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Comentarios al libro de Julián Martínez Isla, «Piel de Pícaro“.

5 de junio de 2012

Julián Martínez Isla, «Piel de Pícaro».   ISBN: 978-84-9984-351-1 .

Editorial Club Universitario. Teléfono: 96.5676133 c/ Decano, 4 03690 San Vicente (Alicante) .

e-mail :  ecu@ecu.fm

Julián Martínez Isla, bilbaíno de nacimiento y catedrático de latín, es autor de cuatro libros de mitología griega titulados: La mirada de los dioses; Héroes, viajes y aventuras; La guerra de Troya; y Las aventuras de Odiseo.

“COMENTARIOS  AL LIBRO DE JULIÁN  MARTÍNEZ  ISLA –PIEL DE PÍCARO-“

Julián Martínez Isla: Conocí a Jesús Guridi en Bilbao cuando yo era joven. Estuve hablando cerca de una hora con él. Me pareció un hombre sencillo y campechano. Su música siempre me ha gustado, sobre todo las «Diez melodías vascas». Son bellísimas.

Eladio Fernández: A ver cuando logras darnos un concierto con tu piano. Julián.

Milagros Jiménez:  Me imaginé que habrías conocido a Jesús Guridi, Julián, experiencia tuya extrapolada a tu entrañable personaje Tempranico, que llega a conocerlo por medio de su tía Begoña;)

Hoy he terminado de leer tu maravillosa novela y te confieso que me he quedado como niño al que le quitan el caramelo. Me has hecho viajar contigo en ese “tren a las nubes”, que ha conseguido, a través de tu magistral forma de narrar, de tu amenidad, de tu perfección formal…, llevarme al mismísimo cielo.

A pesar del acierto técnico de ese final abierto, me habría gustado saber más de la vida de ese pícaro entrañable. Me has dejado efervesciendo la imaginación, que es lo que buscabas;) y no sé qué daría por leer una segunda parte de las andanzas de Ramón Anchía en esos ventitantos años en que le perdemos la pista;).

Me consta que iba a desmentir el conocido refrán “de que nunca fueron buenas”. Con que sea igual que la primera, ya será insuperable. Te debo una reseña y me la debo. Y se la debo a esa obra maestra que has creado. Gracias, Julián, por haberme hecho disfrutar tanto. Un abrazo

Eladio Fernández:

Es una obra maestra. Con un léxico inusual y en deshuso, sólo para privilegiados de un altísimo nivel acumulado. Las formas expresivas tan personales y ricas, y una capacidad de cambiar de escenario a través de la propuesta de los diferentes personajes, que si bien su protagonista es quien lo hace, hace olvidar que lo hace para poner palabras en boca de quien no las hay,  sus otros personajes.

La riqueza descriptiva y narrativa se puede decir que compite con la riqueza de contenidos. Es como equiparar la virtudes con la física, lo tangible con lo etéreo.

Si existe la suerte de que esta novela se proyecte extensivamente, no tengo duda alguna de que será la gran obra maestra de la literatura contemporánea, y  libro obligado para un conocimiento no sólo de la posguerra, sino del sentir español secular. Es un libro si política, sin reproches, sin ataduras morales, tan solo una expresión de la inocencia que se va emancipando en un mundo complejo, difícil y al mismo tiempo y según lo encuentra su protagonista, fascinante.

Milagros Jiménez:

Lo es, Eladio, lo es. Y, aunque no reflejan los personajes, como bien dices, el ancestral cainismo hispano ni la actitud ofensiva y crítica hacia todo y contra todo de vuestro paisano Pío Baroja, la obra de Julián me recuerda lo mejor del estilo barojiano: la sencillez, la claridad, la amenidad, la fluidez del diálogo…, pero, en mi humilde opinión, lo supera con creces en perfección formal y, en no «perderse excesivamente por el camino».

En la obra de Julián no falta ni sobra nada: todo está en perfecto y bello equilibrio, como en el David de Miguel Ángel. Julián escribe como los ángeles y su cultura humanista brota en todos los elementos narrativos: desde la selección de los espacios hasta la adecuación del lenguaje a los ambientes, pasando por los personajes, la narración autobiográfica, la estructura externa… Slin duda, una obra de arte y hay que divulgarla por amor a la cultura y, sobre todo, por amor al prójimo:-), para que se deleite como nos hemos deleitado nosotros.

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“PIEL DE PÍCARO”. JULIAN MARTÍNEZ ISLA
CAPÍTULO I. Mi infancia en Orihuela
Preámbulo
Ahora que ya conoces, querido amigo, una parte sustanciosa de mi vida, gracias al relato encontrado en la carpeta, quiero darte a conocer dónde he nacido, quienes fueron mis padres y aquellas raras circunstancias de mi vida a través de las cuales el destino me condujo de inocente a bellaco y de ingenuo a trapalón. En este tortuoso proceso comprenderás cuanto pueden contar los factores externos en la vida de un hombre y podrás valorar los tiempos difíciles que me tocó vivir. Si lo que viene a continuación es también de tu agrado, me daré por satisfecho del trabajo que me he tomado en relatarte una parte fundamental de mi existencia.
I
Cuando mis débiles párpados se abrieron por primera vez a la luz temblorosa de este mundo, mis ojos se toparon con un cielo azul trenzado de palmas, mecidas por un ritmo de triste habanera. Y es que yo, amigo mío, nací en Orihuela en un día incierto de un invierno pasmado de cañones, de hambre y de trincheras. Vine al mundo en aquel tiempo del año cuando las noches, al filo del solsticio invernal, se estremecían de frío, y la nieve caída en los campos patrios se teñía con el rojo de la sangre fraterna. Yo doy por cierto que, el día en que nací, el sol debió de estar deslucido y enfermo, la luna de cuarto menguante y los astros en conjunción imperfecta. No debió de brillar en mi cielo ninguna buena estrella, pues tengo la fundada sospecha de haber nacido ya estrellado.
Cuentan de mí que tiraba desesperado de los pezones de mi madre y, al no encontrar en ellos suficiente alimento, berreaba y protestaba, como si el mundo me negara aquello que yo necesitaba, y rezongaba insatisfecho hasta que se calmaba mi hambruna. Y es que, por ser mi madre una persona delicada y enfermiza, quedó tempranamente tan escasa de leche que no pude tener el privilegio, como otros, de hartarme de ella y quedarme dormido con la última gota desbordándose en mis labios. Así pues en los primeros meses, me fui quedando flaco como un galgo, debido a lo cual, mis padres alarmados, me llevaron al médico. Cuando éste me vio, se admiró de cuánto había corrido yo la liebre; y, al mirar mi cara, toda ojos, afirmó que el hambre los había abierto en demasía, pero que no importaba, pues el peso que había perdido, lo había ganado en ligereza de entendimiento; que, al fin y al cabo, el peso podía ganarse, pero la listeza no podía ya perderse. Además, no había que lamentar demasiado que hubiera perdido unos gramos, si con ello había aprendido a ganarme la vida. De este modo gracias al galeno, cambié el pecho de mi madre por una tetina y, de un día para el otro, empecé a acariciar un vidrio en vez de un seno. Cuentan que, con el paso de lso meses, llegué a coger tanta afición a aquella mamadera que, una vez apurada, jugaba con ella entre mis manos, como si fuera mi juguete favorito.
Mi hambre atrasada me hizo precoz en el lenguaje. A los siete meses, según mi madre, no cesaba de emitir unos gorjeos que indicaban un incontenible deseo de hablar y un incansable parloteo que me acompañaría toda la vida.

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One Comment
  1. Milagros Jiménez:
    A los que me conocéis y os gusta leer, os recomiendo esta novela. Vais a disfrutar y a aprender con esta obra de arte y con su entrañable protagonista, un pícaro de la postguerra apodado Tempranico. La necesidad, como en Lázaro, agudiza su ingenio para sobrevivir en aquellos terribles «años del hambre». Conoceréis las circunstancias adversas a las que se enfrenta, siempre desde el amor, nunca desde el odio y el enfrentamiento atávico, la mayoría de las veces más impostado que real, de las dos Españas, de las que no hablara Antonio Machado. Una buena novela para estas vacaciones.

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