«El fin de la morosidad nunca fue un asunto de izquierdas, más bien el de los embargos y los perseguidores de morosos. Han escondido las enormes colas del paro con la cita previa de oficinas que nunca te colocan».

Si de algo se anuncia la izquierda es de medidas sociales que luego no puede cumplir al elevar el gasto público a costa de sangrar los bolsillos de los ciudadanos.
Así lo demuestra la subida hiperbólica de la luz y gasolina, y el aumento de costes bancarios, embargos y expropiaciones, y el aumento de oficinas de perseguidores de morosos.
Es un caos.
El camino del cese de actividad propiciado por la izquierda (Madrid ha demostrado que se podía abrir), a costa de acabar con el trabajo y los trabajadores, y lo que es peor el cierre definitivo por lo que anunciaban como teletrabajo que ni hay quien se lo invente y que es para muy poquitos. En general teletrabajos para exprimir más a los ciudadanos, servicios de atención telefónica que no resuelven la práctica de las necesidades. La legalización del espionaje industrial, de la compra venta de datos privados de los ciudadanos y una repugnante legión de acosadores telefónicos para vender cosas de empresas que cotizan en bolsa. Depredadores de bancos, de luz y seguros, de telefónicas e hipermercados.
No crean empleo lo destruyen. Y lo que queda son ayuditas en lugar de trabajo. Ayuditas con demasiadas limitaciones y condiciones menos para los inmigrantes que desangran nuestra economía.
Los buzones de las casas y correos electrónicos se llenan de requerimientos y publicidad basura, de acosadores telefónicos amenazantes con insultos y degradaciones de personas enfermas y sin empleo con cuadros de formación reducida para exigencias altas para acceder a empleos cada vez más explotadores y mal pagados, mientras la tele solo habla de derechos y violencia de género y memoria histórica mientras te matan en vida pero que no se aplica a los delincuentes telefónicos y bancarios listos para ejecutar embargos con toda la legalidad y depredación que proporciona la política de auténticas bestias que solo piensan en cambiarse de sexo o en el próximo chalet.
Han tirado los salarios, destruido los derechos de los trabajadores, y creado una hiperinflación que ha acabado en un corralito encubierto que aún tendrá unas consecuencias espantosas de película de miedo.
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