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«Mi punto de vista personal sobre Niemeyer».

6 de diciembre de 2012

Niemeyer

 

Me atrevería a decir que actualmente el contraste de su obra con el tiempo histórico no es significativo.
Es arriesgado decir esto sin conocer la trayectoria arquitectónica mundial; pero pienso que el auténtico peso de su trabajo no fue tanto su arquitectura como tal en donde la aportación de formas sinuosas, ocultando la piel de los muros por el de la pintura o arenilla blanca es una percepción meramente de luz si se compara con la arquitectura de la época respetando el «hormigón visto» y hierro visto, dotando al pintar su piel mezclada con la sinuosidad de la percepción del algo vivo, algo más orgánico comparado con la geometría rectilínea imperante en los 60.
Sin embargo el auténtico éxito de Niemeyer está en al misma construcción del concepto de ciudad en medio del interior, algo que va detrás de la funcionalidad, lejos de las ciudades costeras nacidas de la nada con fines de explotación turística.
Si bien Brasilia suscitó visitas turísticas, el objetivo era la creación en medio de la nada, de una basta e inmensa nada de una ciudad habitable y que no tuviera cánones de ser práctica sino más bien ergonómica.
La utilización de espacios enorme de agua estancada, es dimensionalmente la más marcada y extensa que peleaba con otro lugar de mucho agua por costero con la sede de la ONU en Nueva York en dónde el fin del agua era más de romper la percepción visual de mole de un cubo gigante absolutamente práctico y de trabajo con logro de resultados para le que se construyó, que no pretendía en ningún caso la obra de Niemeyer.
Quizás su obra sí sea la primera desde el fin de la segunda guerra, más empeñada en la relación del cielo, del gran espacio, con una base contundente y que se dedica más a la parte aérea, al sentido de inmensidad, que contrataría con el resto de la arquitectura que nace de abajo hacia arriba pero para rascar el cielo, rascacielos, y no para invertirlo con en la obra de Niemeyer.
Dos principios además apoyan este punto de vista. Uno la falta de especulación del inmenso suelo en el que construye, respecto a superficies de cualquier otro país y ciudad. Otro la austeridad y economía en materiales utilizando hormigón pero no acero. Y este siempre con un color blanco puro en contraste con el azul del cielo con el que aspira a fundirse.

La única conexión existe con la obra de Frank Lloyd Wright y su Museo Guggemheim de Nueva York. Pero hay una gran diferencia en la aparente similitud y es el concepto del que parte. Niemeyer da la impresión de que piensa en el iglú, un habitáculo esquimal para vivir dentro, blanco como la nieve, pero en lugar de en un lugar frío, en un lugar caliente como Brasilia en el que al sensación de intimidad y cobijo se verán potenciadas por la percepción de la temperatura, caliente claro está, y que sin embargo una vez dentro refracta el fresco de un espacio que por ser blanco y geodésico repele la luz y su calor.

La percepción también visual de pistas enormes de aeropuerto hacia naves de despegue espacial en momentos en que la pelea por el espacio era un símil que no podía obviar.

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